MÚSICA, TODOS Y CADA UNO DE LOS DÍAS

Hoy 22 de noviembre está instaurado como el Día de la Música. Mientras la historia de porqué se celebra hoy en honor a Santa Cecilia es un poco confusa -además de ser infinitamente cruel (ver https://musicaclasica.com.ar/por-que-se-celebra-cada-22-de-noviembre-el-dia-de-la-musica/ ) la música es para la mayor parte del mundo sinónimo de alegría, de ganas de disfrutar… de ser acompañado por algo más. Cualquiera puede tener un intérprete, una canción o un disco que sabe que va a templar su espíritu si las cosas no van bien, o realzar su felicidad si tiene algo que festejar. La música es terapéutica.

Pero estamos en una crisis.

Reconozco que mi pasión por ella a veces me juega malas pasadas y me pongo un «poco nervioso» cuando veo/escucho -sobre todo en algunos lugares- cómo se la bastardea en pos de una política comercial muy perversa que se aprovecha de la confusión y facilismo en la que está metida mucha gente, a la que se la bombardea con intérpretes (me cuesta decirles artistas, productos les queda mejor) que deforman violentamente no solo idiomas sino que no hay manera de detectarles una melodía. El caballito de batalla de muchos que quieren justificar a muchos de los productos actuales en ciertos movimientos musicales «nuevos» es decir en voz alta este cliché: «cuando apareció Elvis o explotaron The Beatles también se los criticaba por «ser la novedad».

Bueno, hay una diferencia: eran MÚSICOS. Como eran y son millones de artistas que aspiran a que su música se disfrute y no que solo se consuma. Hay infinidad de excelentes músicos que están ahí -incluso en las apps de streaming de las que hablo más adelante-, esperando que los descubras, pero su tarea es titánica porque claro, hoy la industria apunta a lo pasatista más que nunca, y tiene cómo hacerlo llegar a las masas.

Gracias a -o sumado- a la comodidad en la que se encuentra gran parte de la población mundial, ya no se necesita salir en busca de canciones porque simplemente tiene que activar su smartphone y abrir una app. Pero escuchar, SENTIR como se debe la música, creo yo, pasa por otro lado, salvo que tengas un poder de concentración impresionante. Ojo, no digo que es inútil: a las tecnologías no hay que descartarlas porque sí, de hecho, son medios importantes para conocer y para incluso pasar un buen rato. Pero que lo inmediato, lo urgente, no nos tape lo importante. Y es que si AMÁS la música, a la larga, le dedicas tiempo no solo apretando un par de botones y dejándola sonar. Parece que todo tiene que ser rápido, fugaz, breve, descartable… toco y me voy.

Por supuesto, no todos tienen ganas -algunos dicen tampoco tener tiempo y puede ser así, en muchos casos- de poner un disco y sentarse a desmenuzarlo, quizás con una copa de algo rico. Y al fin y al cabo, también está bueno si conectas tu celular a una base que te permita escuchar música con amplitud. Antes, la gente escuchaba música por radio y no tenía manera de mejorar eso pero así y todo, había ansias de sentir. Las historias de cómo muchos artistas buscaban las emisoras piratas (caso Radio Luxemburgo) y hacían todo tipo de movimientos cuasi gimnásticos para estabilizar la antena y detectar esas radios donde pasaban sonidos maravillosos que muchas otras radios «legales» no pasaban, son legendarias y explicativas.

(Dicho sea de paso ¡qué otro medio extraordinario es la radio!).

Hoy, con tantas facilidades, te haces haragán. El facilismo nos hace menos exigentes y si bien cualquier streaming, o un Spotify sirven para CONOCER, repito, sin entrar en mayores gastos nuevos o antiguos sonidos -la música nunca debiera ser considerada vieja porque pasó porque sino te privarías de conocer a Mozart, Beethoven o Bach- no alcanza para desarrollar una cultura musical. Por muchos motivos. Entre ellos, disfrutar de una mejor experiencia sonora.

Eso sin contar cuánto más le aporta a un creador, que atesores un vinilo o un CD o un audio DVD (o BluRay) en lugar de reproducir millones de veces un tema hasta que le de algo de beneficio económico al artista. El artista debe poder sustentarse para poder crear.

Ir a ver a una banda en vivo, meterse en una disquería a comprar un disco es además todo un acontecimiento digno de ser vivido, y si se comparte, mucho mejor. Pero claro, hay que moverse.

Decía de «ponerme nervioso» ante la manera de mostrar la música que tiene la industria hoy en día. Mucha gente se deja abrazar por lo que le imponen casi salvajemente. Hay dos dichos contra los cuales lucho desde que tengo memoria. Uno es «sobre gustos no hay nada escrito» y eso es otra cosa de la que se agarra el «facilista», poniendo a la misma altura a un Chopin o a un Bowie o un Piazzolla que a otros de nombre menos… «ELE-gantes» si ustedes me entienden.

Ese facilismo al «oir» música es el equivalente a cualquier falta de entrenamiento. Si no «entrenás» tu oído, va a quedar atrofiado. Como la panza cuando dejas los trabajos abdominales.

Y cómo te llena una buena canción…

El otro lema es «la música de mi época era mejor». Como si cuando la gente que pronuncia esa frase estuviera muerta al pronunciarla. ¿Tú época es solamente cuando sos joven? ¿El presente no es «tu época»? Bueno, lo lamento por vos, porque además de lo que te perdés solo por creer que la música anterior o posterior a «tú época» era mejor simplemente porque apareció en «tú época» (cuando eras joven) es notable. Eso sin empezar a hablar de egos, por creer que justo en «tú época» los planetas se alinearon justo con ella para que la música fuera la más genial. Lo dejo para tu analista.

Y también dejo este par de videos de una entrevista a Sting que creo son reveladores. La música es ARTE y debe ser tratada y disfrutada como tal.

Chicos: indaguen, sean curiosos. Escuchar buena música siempre va a ser más genial que escuchar una berreta. No se queden solo con lo que les ponen adelante.

Y hay otro dicho que dice «que el árbol no te impida ver el bosque». Contra éste no lucho.

Marcelo Lamela

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